martes, 7 de agosto de 2012

Deseaba y no deseaba...


Lleva en su rostro una melodía diferente a todas las canciones que escuché. Y una armonía, donde tal vez si predominase algo debiera de ser la dulzura... Se dejaba bañar por la lluvia, y yo envidiaba la suerte de aquella agua. Sus ojos perdidos en la ciudad eran como otras dos luces de tantas que habían allí, pero más bellas. Y una mirada bañada de sueños recorría aquellos edificios, ahora ya hechos realidad. Mil ilusiones más flotaban por su sonrisa, y yo juraría que esperaban correr la misma suerte. La curva de sus labios, suave, leve, apenas perceptible no combinaba con aquel paisaje, era demasiado limpia. Sus manos convertidas en raíces parecían enterrarse y hondear en mí. Pero yo reía feliz, porque no importaba lo hondo que excavaran las raíces en mi, ni lo que descubrieran... No iban hacerme daño. Su torso moldeado, por la tela de su blusa, me obligaba a no dejar de mirarle. Su espalda, torneada por las manos de alguien que debió de conocerme bien, me pedía que me acercara. Veneraba aquel santuario, ¿con que derecho podría profanarlo?

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