lunes, 26 de mayo de 2014

Cambio yo, cambian las cosas

Esto empezó hace poco, aunque para mí haga ya demasiado tiempo. A veces los cambios más radicales y más verdaderos son fruto de los golpes más duros y más oscuros de la vida. La realidad es que esto empezó un día en que la vida me lo quito todo, o lo que para mí era todo en aquel momento, y el hecho de haber sentido que ya no me quedaba nada me hizo despertar. Me hizo abrir los ojos y analizarme. Una parte de mí misma había muerto para siempre y la iba a enterrar en lo más profundo de mi interior, y allí quedaría, como la niña asustada y cobarde que era, conformista y patética. Tocaba pasar el luto de este entierro y había que ser fuerte, negación, resignación, lucha, aceptación y renovación. No me podía saltar ninguna o estaría enterrando el resto de lo que quedaba de mi. Mil veces negué lo que estaba viviendo, me negué a la idea de perderlo todo hasta que con los días las cosas se me iban escapando de las manos y cuando no me quedaba nada me resigne, y lo entendí. La culpa era mía, yo había bajado las defensas, había tirado mis muros y había dejado a la vista mis debilidades, mis sentimientos y mis miedos, y pocas cosas son tan peligrosas como eso. Mirarme al espejo y darme un profundo asco ha sido lo más duro que he sentido en mi vida, mirarme y sentir que no quería vivir, que me odiaba, que me repudiaba la imagen que me devolvía el espejo, tanto por dentro como por fuera. Y así comenzó mi lucha, y fui en busca de una nueva forma de vida y de una nueva forma de ser, de querer y de vivir. Y en la lucha constante de cambiar por fuera me encontré cambiando por dentro, me encontré siendo más fuerte, más segura de mí misma. Me encontré con la sensación de sentirme completa, feliz y en paz, me llegó la tranquilidad y la serenidad de saber que me acostaba cada día habiendo dado todo de mí misma para esta nueva lucha. Llegó el amor por lo que hago y de repente el tren de la felicidad pasaba cada mañana y yo solo tenía que tomar la decisión de subirme. No diré que no he tenido días duros, que no he tenido bajonas, pero en ninguna de ellas he pensado en abandonar. Hasta que un día me miré al espejo y acepte mis defectos y brindé por mis virtudes, no necesitaba halagos de nadie porque inesperadamente llegaron los míos. Y me sentí renovada, hay días duros porque la lucha no acaba nunca lo sé, pues ando en una pelea complicada, en la batalla constante de quererse y amarse uno mismo.

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